domingo, 16 de diciembre de 2007

Salud: Previniendo y manejando el burnout por estrés. Revista Mercado. Noviembre 2007

SALUD

Previniendo y manejando el burnout por estrés.

Considerado como una de las epidemias del Siglo XXI, el estrés parece incorporado inevitablemente a nuestro estilo de vida. Y si bien ciertas dosis son normales, cuando se hace crónico el problema puede generar trastornos graves. Aquí, una guía para detectarlo y encararlo a tiempo. Como primer paso, por favor, no lea esta nota mientras está comiendo.

Por Patricio Cavalli

Para quienes viven (o vivimos) en una sociedad urbana, competitiva y exigente, estresarse parece un evento normal. Tiempos escasos, exigencias laborales, eventos personales, climas y contextos agresivos hacen a un entorno que somete a las personas a una presión extrema.

Muchas veces, esa presión supera las posiblidades y fuerzas de la persona para soportarlas: eso es el estrés. Y cuando ese estrés es crónico, surge un mal que sufren casi un 30% de los profesionales (*), conocido como síndrome de burnout (quemazón o agotamiento, según la traducción).

Presión y aguante

“Las cargas que producen estrés pueden ser psicológicas, sociales, laborales, externas o internas a la persona”, explica el Dr. Daniel Lopez Rosetti (MN 63840), titular de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés (SAMES) y autor del libro Estrés: epidemia del Siglo XXI (Lumen, 2005).

Ese síndrome de estrés -que se denomina clínicamente distrés- produce en el paciente un conjunto de signos -todo aquello que el médico observa-; y síntomas -todo lo que el paciente siente y refiere-. “El síndrome de estrés puede tener varios síntomas, tanto físicos como psicológicos: taquicardia; palpitaciones; acidez gástrica; dolores musculares; aumento del colesterol; problemas en la piel; problemas inmunológicos; problemas en el sueño o trastornos digestivos... Pero a veces hay otros síntomas menos comunes, que no siempre los pacientes identifican o refieren: el cansancio; la disminución de la facultad de control, es decir la sensación de que se pierde el control del entorno, sobre todo en lo laboral; la falta de creatividad; o la disminución de la memoria, que en general es malinterpretada por el paciente, que no tiene un problema de memoria, sino de concentración”, explica Lopez Rosetti.

El tema no es menor: la memoria; la concentración; la capacidad de decisión y la creatividad son llamadas funciones cognitivas superiores. Estas son las primeras en verse afectadas cuando una persona está en estrés. Y cuando las personas se desempeñan en un rol profesional activo y de alta exigencia -como suelen ser todos en la sociedad urbana, capitalista y competitiva de los lectores de Mercado- las alteraciones en estas funciones se notan de inmediato al verse enfrentados al síndrome de estrés. Paradojas del sistema: las herramientas que más necesita un profesional para enfrentarse al sistema productivo -capacidad de decidir, concentración, creatividad- son las primeras en desaparecer al enfrentarse y sumergirse en éste.

Fenómeno subjetivo

“El estrés crónico -explica Lopez Rosetti-, se sostiene en el tiempo con demandas constantes que no se resuelven. Aunque la sobrecarga no sea mucha, el estrés también es acumulativo: pequeños eventos estresores repetidos pueden generar una situación de alto estrés”.
Desde ese punto de vista, el fenómeno tiene mucho que ver con las características personales. “El estrés tiene mucho de subjetivo: no importa lo que sucede sino lo que uno cree que sucede. En un entorno laboral, la misma carga es llevada adelante por cien personas, y a lo mejor solamente veinte dan síntomas. Es como una montaña rusa: suben varias personas, algunas bajan diciendo ‘Que divertido’ y otras dicen ‘No subo más’. La montaña rusa es la misma, lo que cambia es la cognición sobre el evento psicológico que le tocó sobrellevar”.

Y si bien las profesiones que exigen capacidad de liderazgo, toma de decisiones o mayor creatividad tienden a crear mayores cargas sobre las personas que las tareas progresivas, repetitivas o de poca responsabilidad, la cuestión del estrés pasa más por la personalidad que por la profesión o el tipo de tarea. En ese sentido, la ciencia médica divide las personalidades en dos tipos: tipo A, la persona competitiva y dinámica, activa y con tendencia al logro, con dificultad para el descanso y para el humor; y la tipo B, más sosegada, tranquila, con tendencia al reposo, a la placidez, la meditación y con mayor respeto a sus tiempos. “El perfil tipo A -dice Lopez Rosetti- tiene factores psicológicos tóxicos: como la hostilidad, el cinismo, la ira o tendencias agresivas, que la hacen más vulnerable al estrés”.

Empezando por los médicos

Los estudios sobre el tema del burnout comenzaron en 1974 con las
investigaciones de Hebert Freuderberg (1927-1999) en grupos de trabajadores de salud, dedicados al cuidado de drogadictos en los EE.UU. “Freuderberg descubrió que pasado el año, estos profesionales tenían características de desgaste psicológico que él describió en ese momento como burnout”, explica Lopez Rosetti.

Debido a este origen de auto-examinación, la profesión médica es la más estudiada entre las que suelen padecer el síndrome de burnout. A los médicos, dada la base humanitaria de su tarea y la natural sensibilidad a la que los obliga, el burnout los preocupa más que a otras agrupaciones profesionales. Suena lógico: un profesional con burnout pierde sensibilidad, se automatiza y se deshumaniza. El trato con la enfermedad, la mutilación, la angustia y el sufrimiento puede, naturalmente, anestesiar la sensibilidad de una persona. Pero un médico insensible ante el sufrimiento -que es diferente de uno con distancia profesional operativa- comete una violación ética y moral difícil de sobrellevar. Por eso, la profesión ha comenzado a realizar una autoevaluación para evitar esa situación todo lo que sea posible.

“Lo que se busca como síntoma es agotamiento físico, dolores, miedo a tener las enfermedades de sus pacientes, como primera etapa; luego aparece una segunda etapa, que incluye situaciones de cinismo, hastío o sarcasmo, como usar nombres o apodos con los pacientes; y finalmente evidencias de hartazgo y frustración profesional -explica el Dr. Francisco Abelenda (MN 89241), del Servicio de Clínica Médica del Hospital Alemán-. En nuestros casos se ve muy poco, porque las condiciones de trabajo son buenas y hay un equipo destinado a contener el problema; pero en la salud pública, por ejemplo, el problema es mucho mayor”.

Si bien reconforta saber que la medicina privada evita y eventualmente contiene el problema, no olvidemos que en la salud pública se atiende la amplia mayoría de la población de nuestro país. El Ministerio de Salud no da evidencias de tener un programa de tratamiento del burnout -ni en médicos ni en otras profesiones- y sus funcionarios no respondieron las consultas de Mercado.
Observación y prevención

Lo que sirve para los médicos es extrapolable a cualquier profesión, y aunque las empresas no tengan siempre un servicio interno de clínica médica, sí pueden establecer guías de prevención del estilo top-down. “Una de las funciones de los gerentes y líderes debería ser detectar los pequeños cambios que comienzan a demostrar que las personas están sufriendo burnout”, dice Lopez Rosetti.

En ese sentido, las señales de alerta temprana no son claras para el ojo no especialista; pero el ojo siempre puede ser entrenado: “El proceso se instala lentamente, y se da una paradoja: cuando la persona ve que su eficiencia o creatividad disminuyen, lo trata de compensar trabajando más, se lleva trabajo a su casa, se queda después de hora, etc… y logra lo mismo que antes, pero en más tiempo”, dice Lopez Rosetti.

O sea que si el lector de Mercado ha debido trabajar para el último balance anual o la última presentación usando más tiempo; con más esfuerzo; o con menos inventiva, disfrute y creatividad que en las anteriores, puede estar sufriendo el síndrome de burnout.

En ese caso será necesario realizar un diagnóstico y encarar un tratamiento, que incluirá cambios de hábitos, ejercicio físico, uso de medios de meditación y relajación, cambios en la dieta y muchos otros.

La persona que se siente estresada, puede -y debe- comenzar a cambiar sus hábitos de inmediato. Pero es importante que lo comente o consulte con su médico. Un tratamiento correcto del burnout no comienza necesariamente en el

consultorio del médico, pero sí debe conducir cuanto antes sea posible a él.

pcavalli@mercado.com.ar

(*). Fuente del estudio: SAMES; 2005; 500 individuos profesionales; Capital y GBA; hombres y mujeres.

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