miércoles, 25 de marzo de 2009

La hora de entrar en pánico. (Editorial - publicada en Lipotimia el 23/3/2009)

La historia del alarmismo es la historia del hombre que trabaja en la fábrica de maní, y día adía alerta a sus colegas sobre la inminente llegada de la estampida de elefantes.

Un día la estampida llega (ver el capítulo de los Simpsons sobre el tema) y el hombre de la fábrica de maní se ve reivindicado en su alarmismo; con resultados fatales para la fábrica.

El resultado es el mismo: la fábrica es arrasada, todos pierden su trabajo y el hombre alarmista muere pisado por los elefantes ( o no, depende de si entra en pánico o si se corre a tiempo ).





Si el alarmismo sirve entonces para algo es para alarmarnos, alertarnos, decirnos que un peligro inminente toca a nuestras puertas. El perro que ladra o el ganso que grita a cuello partido es la metáfora perfecta: el ladrón ya saltó la verja y está en el jardín.

Alarmarse no resuelve el problema, sólo dice: acá está el problema.

Cuando suena la MASTER ALARM en el módulo espacial, los astronautas no pueden desconectarla: suena y suena y suena y suena y suena y suena y suena y suena y suena en el cockpit y en el centro de control de Houston hasta que el problema se resuelve.

Si el problema tiene solución, esto es.

Si el problema no la tiene, sólo queda en el espíritu humano una reserva moral: correr, gritar, saltar a los botes, empujarse en las escaleras, dar codazos y patadas entre el humo y las llamas para tratar de salir.

Sólo que ahora no hay a dónde salir.

Con todo lo que tiene de horrendo, estas imágenes parecen haber sido en un punto proféticas del mundo por venir hoy.

No es raro entonces que los botones de alarma (fíjese si no el llavero de su auto o el panel ADT de su casa) tengan un cartel de PANICO.

La hora del pánico ha llegado.

Mas información en www.lipotimia.wordpress.com

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