martes, 20 de enero de 2009

¿Qué pasa con Obama?

por Patricio Cavalli

Asumió Obama la presidencia, sí. Fue un buen momento, con la motorcade recorriendo el Mall de Washington, el concierto de U2 y Bruce Springsteen, y el discurso frente al Lincoln Memorial. Michelle Obama vestida de amarillo, las hijitas radiantes, las caras felices en el frío de Virginia.

Sin embargo, la moda Obama, la "Obamania" es un factor difícil de explicar todavía.

Después de ocho años de administración Bush, es natural que una gran cantidad de ciudadanos de los EE.UU. se hayan dado vuelta de su elección previa (2004) y ansíen ver al nuevo presidente tomar el mando.

Hay también un factor reivindicatorio para muchas -muchísimas, pero minoría en 2004- personas, que lucharon contra el gobierno de Bush, desde el primer momento de su administración (Michael Moore y sus seguidores, sólo como ejemplo).

Lo que es más complejo de explicar es el por qué de la Obamania en el resto del mundo. Dejando a su Kenya antepasada aparte, el frenzy over Obama que se vive en calles y sobre todo en medios de comunicación en el planeta es complejo de entender.

¿Qué le dio Obama al mundo hasta ahora? Momento... ¿que le prometió Obama al mundo? Cuando habló de "Change we can believe in..." y cuando dijo "Yes, we can", ¿alguien oyó alguna promesa hecha al mundo? ¿Se habló de finalizar las guerras, resolver la crisis del calentamiento, controlar las pandemias, resolver el hambre?

Hubo hechos que por propiedad transitiva suponemos -o queremos suponer- que algunas de sus reformas modificarán las cosas en el resto del planeta. El recalentamiento global es uno de esos puntos: suponemos que si EE.UU comienza a atrabajar sobre el tema, finalmente, por decantación, el efecto será beneficioso para todos.

Pero esa suposición -que por ahora es eso, suposición-, no justifica la ansiedad y exaltación que Obama genera. Es posible que el odio a Bush -no a los EE.UU. o a su pueblo, que quede claro, porque son cosas diferentes- que el mundo puede sentir, y que el zapatazo del periodista iraquí representó tan bien, haga que por naturaleza, el fin de su presidencia resalte al presidente entrante como una panacea para tantos males.

Pero no hay hechos objetivos que soporten esa fantasía. Y el único factor real y racional que lo soporta es un factor mayormente irrelevante: el color de la piel del cuadragésimo cuarto presidente.

El hecho de que es el primer presidente negro de la historia de los EE.UU., -o para el caso su extracción Kenyana, o el hecho de que haya ascendido socialmente de una infancia de pobreza-, no son en realidad significativos para nosotros. Si lo son para el pueblo de los EE.UU., es otra historia.

El hecho de que los EE.UU. hayan elegido un presidente negro -en el Río de la Plata sería mulato, pero es lo mismo-, es significativo para los estadounidenses, que pueden mirarse ahora con un poco menos de vergüenza tras su pasado colonial y esclavista. Para países como la Argentina - y tantos otros- donde el tema racial no es sustancial (la esclavitud se abolió en 1813), el mensaje es acultural.

Al hablar de la importancia de la elección de un presidente "african-american" (un adjetivo descriptivo claramente racista, pero políticamente correcto), los EEUU se hablan principalmente a sí mismos. El resto del mundo, como en el caso de otras costumbres exportadas, como Halloween, se contagia sin pensarlo demasiado.

Es evidente que para muchos estadounidenses, el haber elegido un presidente "de color" (otra formula racista) es una reivindicación. Muchos creen -según encuestas de CNN/Gallup y Nielsen.com- que esta elección "limpia" la imagen de los EE.UU. en el mundo.

Supongamos por un instante que los EE.UU. fueran una marca -no lo es, Estados Unidos es un Estado-Nación, no un yogur o un fast food, pero simplifiquemos por un instante- y tratemos de ver cual es la performance, la imagen y la reputación de esa marca.

Claramente su reputación es pésima. Guantanamo, Irak, Katrina, la crisis del supbrime, etc... son algunos de los eventos que han tirado su reputación abajo. Podriamos decir que desde el punto de vista, marcario, los Estados Unidos son una Entel de los países.

El American Marketing puede haber tenido un buen momento ayer, con la voz -mas anciana está, mejor canta- de Aretha Franklin y el fondo de la star spangled banner en miles de televisores en el mundo, pero eso no debería bastar, aunque parece que para muchos estadounidenses sienten que en la elección de un presidente negro hay una reivindicación que rápidamente borra y sutura los errores de su pasado reciente:

- "Si, las elecciones de 2001 fueron ganadas por el candidato con menos votos, está ok porque ahora elegimos un presidente negro"; "si, se ignoraron las advertencias sobre el ataque del 9/11, pero está ok porque ahora elegimos un presidente negro"; "...sí invadimos Irak y matamos a 150.000 personas, peo está ok porque elegimos un presidente negro"; "...si, creamos una cárcel ilegal en Guantánamo, violamos el Derecho Internacional Humanitario y el Derecho Internacional de los Derechos HUmanos; instituimos la tortura sistemática; y transferimos a miles de personas ilegalmente a países donde iban a ser torturados, pero está ok porque ahora elegimos un presidente negro"; "sí, mentimos en la ONU diciendo que Irak tenía armas de destrucción masiva, pero está ok porque ahora elegimos un presidente negro"; "sí, dejamos que nuestros conciudadanos murieran ahogados en New Orleans, está ok porque ahora elegimos un presidente negro"; "ah... y sí, re-elegimos a Bush en 2004, a pesar de las mentiras sobre Irak y todas estas cosas, pero está ok porque ahora elegimos un presidente negro".

Y no funciona así.

Si lo que Obama quiere -nunca lo dijo en realidad- es limpiar la imagen de los EE.UU. en el mundo, deberá hacer mucho más que simplemente "ser negro".

El daño que los EE.UU. durante la administración Bush han causado en el mundo -y que es la causa principal de la caída de su imagen- necesita de muchísima más acciones reparatorias que las que hasta ahora han tenido lugar, o sea básicamente ninguna.

La única acción que el pre-gobierno de Obama anunció, el cierre del campo de concentración de Guantánamo, demuestra que no todo cambiará para mejor: los prisioneros no serían juzgados o liberados de acuerdo a derecho, sino simplemente transferidos a otras prisiones en el mundo, simplemente fuera de jurisdicción territorial de los EE.UU.

Como con toda marca -y toda elección que hacemos-, los humanos actuamos emocionalmente y luego nos justificamos con argumentos racionales. La Obamania lo demuestra claramente. Pero en este caso, es realmente necesario pensar las cosas con claridad y con la cabeza.

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